jueves, 13 de septiembre de 2012

"CAPITULO 33"


Tom y Georg se fueron al pueblo tan pronto terminaron de cenar. Entraron tranquilamente en el saloon de Jake y miraron a su alre­dedor para ver si había algún problema. Una mirada a la cara de Tom era suficiente para saber que estaba de mal humor y la ma­yoría de los clientes le dieron la espalda. Pocos hombres en Dry Gulch estaban dispuestos a discutir con los Kaulitz cuando mos­traban ese estado de ánimo.

—Ahí está Dinah, Tom —dijo Georg, reclamando la atención de su hermano sobre una insolente pelirroja de boca exuberante, penetrante mirada azul y figura voluptuosa—. Ve a hablar con ella. Te está comiendo con los ojos.

Tom no tenía ningunas ganas de acostarse con aquella prosti­tuta, pero jamás lo admitiría delante de Georg. Aunque había com­prado los favores de Dinah muchas veces en el pasado y todo había sido de su agrado, de repente le parecía burda y poco deseable.

—Venga —le urgió Georg, dándole un codazo—. Veo a Tess en la mesa de póquer. Espero que todavía no se haya comprome­tido para esta noche. —Y se encaminó hacia ella.

Los pies de Tom no parecían querer moverse en dirección a Dinah, así que se acercó a la barra y pidió un whisky. Se lo bebió de un trago e hizo una seña para que le sirvieran otro.

—¿Intentando coger una cogorza, vaquero?

Dinah se había detenido junto a él y le sonreía con obvias in­tenciones.

—¿Me invitas a un trago?

Tom le hizo una indicación con la cabeza al camarero, que le sirvió una copa. Ella la bebió sin dejar de observarle a través de sus largas pestañas.

—¿Qué tal, Dinah?

—¿Qué te parece? —Se dio una vuelta para que la viera bien, haciendo que la falda se arremolinara en torno a sus piernas y re­velando unos suaves muslos blancos.

Tom le dirigió una sonrisa lasciva.

—Condenadamente bien.

—Hace mucho que no te veo por el pueblo. He oído que te casaste.

—No fue más que un error. Mañana volveré a ser un hombre libre.

Dinah alzó su vaso en un brindis con los ojos brillantes.

—Felicidades. ¿Quieres que lo celebremos en mi habitación?

En el saloon de Jake trabajaban cinco chicas. Todas eran prosti­tutas profesionales que pagaban al propietario un porcentaje de sus ganancias por el uso de las habitaciones del piso superior. Dinah y Tess eran las más populares, porque todavía eran jóvenes y atractivas, pero también eran las más caras. Sin embargo, aquel gasto no suponía nada para Tom y necesitaba expulsar a _______ de su mente, probarse de alguna manera que no era la única mujer capaz de complacerle. ¿Para qué necesitaba una esposa cuando podía tener a Dinah cada vez que deseara sin tener que asumir la responsabilidad o la permanencia que conllevaba el matrimonio?

—¿Estás libre? —preguntó Tom.

—Siempre estoy libre para ti. —Le tomó del brazo y lo con­dujo hacia las escaleras—. Eres el mejor, Tom. Tú sí que sabes cómo complacer a una mujer.

Tom intentó sentir algo de pasión mientras subían hacia la ha­bitación de Dinah. Bien sabía Dios que quería experimentar aquella urgencia que siempre le acuciaba con sólo pensar en hacer el amor con _________, pero desafortunadamente, no la sintió. Se sentía estúpido y, para mayor humillación, ni siquiera se excitó cuando Dinah se des­nudó lentamente ante él y le indicó que se tumbara en la cama.

Pensó con frialdad que la chica poseía un cuerpo agradable. No era tan bonito ni poseía las curvas tentadoras que tenía __________, pero excitaría a la mayoría de los hombres. Y era muy experimentada; mientras le despojaba de la ropa, utilizó las manos y la boca con pícara experiencia.

Al ver que Tom parecía inmune a sus encantos, Dinah le miró con curiosidad.

—¿Qué ocurre, Tom? ¿He hecho algo mal?

—Lo has hecho todo muy bien —dijo Tom, apartándola a un lado—. Es culpa mía. No estoy de humor, ¿lo dejamos para otra ocasión?

—Claro, cariño, pero no creo que sea necesario. Recuéstate y déjame a mí. Te pondré en forma en un abrir y cerrar de ojos. —La mujer se deslizó sobre él con aquellos labios maduros, rojos y dispuestos.

De repente, Tom  la empujó.

—¡No! Lo siento —dijo, controlando el tono de voz—, esta noche no. —Se levantó de la cama y recogió su ropa. Cuando es­tuvo vestido, sacó un fajo de billetes del bolsillo y separó diez dó­lares—. Esto cubrirá de sobra el tiempo que hemos pasado juntos.

Dinah miró el dinero y luego a Tom.

—No me lo he ganado.
—Quiero dártelo igual.

—Gracias. —Le plantó un húmedo beso en los labios—. La próxima vez irá por mi cuenta. Vuelve cuando te sientas mejor, yo te levantaré más el ánimo.

—Claro, Dinah —dijo Tom, ansioso ahora por marcharse. No podía creerse lo que le acababa de ocurrir. No le había pasado nunca y le asustaba muchísimo. Su cuerpo jamás le había fallado en el pasado; de hecho, en ocasiones, sólo era necesaria la sonrisa de una mujer para que se excitara.

«Esto es culpa de _________», pensó Tom cada vez de peor humor. Quizá después de firmar el divorcio las cosas cambiarían. Quizá una vez que ________ y él no estuvieran casados pudiera olvidarse de ella. Casi soltó una carcajada al pensar que se estaba engañando a sí mismo; siempre se acordaría de esa etapa de su vida.

Tom se sentía tan irritado por su falta de interés por la mujer, que bajó al bar y pidió otro whisky. Y luego otro más. Después de beberse varios, los problemas ya no le parecían tan importantes y lo único que necesitaba era una buena pelea para deshacerse de toda aquella energía que le sobraba. Cuando un hombre le empujó sin querer, derramándole el whisky sobre el chaleco, aprovechó la excusa y golpeó a aquel individuo.

Lo que sucedió después fue inevitable. La pelea atrajo a más hombres, que se pusieron a luchar sólo por la satisfacción de dar puñetazos a diestro y siniestro. Georg bajó las escaleras unos mi­nutos después y vio que estaban a punto de golpear a su hermano en la cabeza con una botella, así que se unió a la reyerta. Cuando todo terminó, salieron a través de una ventana rota.

—¿Qué demonios ha ocurrido? —murmuró Georg, soplándose los nudillos despellejados.

Tom encogió los hombros.

—Lo necesitaba. Hacía mucho tiempo que los hermanos Kaulitz no montaban una buena —dijo con voz gangosa, tambaleán­dose hacia su caballo.

—¡Estás como una cuba! —le acusó Georg—. Cuéntame, ¿qué ha ocurrido allí arriba entre Dinah y tú? ¿Te ha alegrado la noche?

—No quiero hablar de eso —gruñó Tom mientras intentaba montar en su caballo. Georg le ayudó al ver sus torpes esfuerzos.

Georg negó con la cabeza, consternado.

—Estás fatal, hermano. ¿Por qué no lo admites y te olvidas del divorcio?

—¿Qué quieres que admita? —dijo Tom entre dientes—. ¿Estás tratando de encasquetarme una esposa que no quiero? ¿Has olvidado las lecciones que aprendimos en las rodillas de papá? Fí­jate, ha sido una mujer la que ha logrado lo que ningún hombre había conseguido antes: dividir a nuestra familia. Sabe Dios dónde está Bill y la clase de problemas en los que se encuentra.

—No me he olvidado de nada. Pero creo que tienes que con­siderar más cosas antes de firmar esos documentos. Llega un mo­mento en la vida de cada hombre en el que tiene que tomar una decisión sin dejarse llevar por los prejuicios.

—¿Quién demonios te ha convertido en mi conciencia? —masculló Tom de mal humor—. No sabes lo que se siente cuando te ves forzado a casarte. Ya he tomado una decisión y ma­ñana tengo una cita con el juez a la que tengo intención de acudir.

—Recapacita, Tom. Si yo fuera tú, me gustaría saber antes si mi mujer está embarazada o no.

Tom ya había oído más que suficiente sobre el tema. Clavó los talones en los flancos del caballo y salió galopando hacia el rancho como si le persiguiera el diablo.




Rancho Circle F

_______ llevaba en casa una semana. La mayoría de los vaqueros ha­bían cobrado su paga y se habían marchado. Sólo Manuel permane­cía en el rancho. Todos habían mostrado su deseo de regresar en primavera, cuando fueran necesarios.

La joven retrasó la visita a Rivas todo lo que pudo, pero la necesidad de conseguir dinero era ya apremiante. Tenía que pagar los impuestos y el saldo de su cuenta bancaria estaba a cero. El invierno se acercaba implacable y necesitaba comprar pienso para los animales y suministros para esos días en los que acercarse al pueblo sería demasiado peligroso. En Montana los inviernos eran muy duros y no había ningún motivo para pensar que aquél no lo sería también.

_______ le pidió a Manuel que ensillara el caballo y lo llevara frente a la casa.

—¿Quiere que vaya con usted, señorita ________?
—No, Manuel, no será necesario.
—No confío en ese banquero, no después de ver la manera en que intentó engañarla.

—No te preocupes. Todavía tengo la confesión de Rivas en el cajón del escritorio. Si llegara al periódico se frotarían las manos y la reputación de Rivas quedaría arruinada una vez que fuera del dominio público.

—Puede que tenga razón —dijo Manuel, sin estar muy seguro—. ¿Cree que le dará el préstamo?

—Estoy segura de ello.

_______ debería haberse figurado que Mario Rivas no era un hombre que se diera por vencido con facilidad. En el momento en que la hicieron pasar al despacho, se dio cuenta de que las cosas no iban a salir como ella esperaba.

—Siéntese, _______. Me alegro de verla otra vez. He oído que ha estado de viaje. ¿Por qué no lleva luto?

—Odio decepcionarle, pero Tom se libró de la horca. Todavía está vivito y coleando.

—Lástima. Me dio la impresión de que los vigilantes estaban deseando linchar a su marido. Dígame, ¿dónde está Kaulitz?

—Ha regresado a Dry Gulch para encargarse de su rancho.

A Rivas le brillaron los ojos.

—¿Ah, sí? Entonces ¿se han separado? Sabía que su matrimonio no duraría demasiado. Me di cuenta de inmediato que Kaulitz no es de los que se casan. Usted me mintió al hacerme creer que era su prometido desde hacía tiempo, ¿verdad? Estoy seguro de que jamás fue un matrimonio de verdad, sino una argucia para detenerme.

—No deseo hablar de mi matrimonio, señor Rivas. Me gustaría pedir un préstamo. Robaron a Manuel y a los vaqueros cuando regresaban al rancho con el dinero de la venta de las reses al ejército.

—¿De veras? —Apartó la mirada—. Qué lástima, ¿saben quién lo hizo?

—No, los hombres llevaban la cara cubierta. Necesito un prés­tamo para pasar el invierno y pagar los impuestos. Como el suyo es el único banco en el pueblo...

—Así que, al final, necesita mi ayuda —se vanaglorió Rivas—. Un préstamo ¿eh? ¿Por qué no se lo pide a Kaulitz? ¿O es que ya no quiere saber nada de usted? ¿Han puesto ya fin a su matrimonio?

—No estoy aquí para discutir mi vida personal con usted, señor Rivas. ¿Me concede el préstamo o no? Y yo que usted me pensaría mucho la respuesta antes de darla, todavía conservo su confesión firmada. Podría arruinarle.

Rivas esbozó una sonrisa burlona.

—¿La confesión? ¿Está segura de que todavía la tiene? —Abrió el cajón y retiró un papel que puso ante las narices de _________.

—¿Es ésta la confesión de la que habla?

__________ intentó coger el papel.

—¿Cómo la ha obtenido? —«Santo Dios, ¿por qué no se le había ocurrido comprobar que la confesión seguía en el cajón antes de ir a ver a Rivas? ¿Cómo le podía ocurrir lo mismo dos veces?»

Él la rompió en un montón de trocitos que dejó caer sobre el escritorio.

—Tenía una confesión. Cuando se fue, dejó su casa sin pro­tección y me resultó muy fácil enviar a uno de mis hombres para que consiguiera este papel incriminador. —Se reclinó en la silla y cruzó los dedos sobre la barriga—. Bien, ¿quiere hablar de un préstamo?

—¡Es usted un corrupto bastardo! ¿Qué quiere de mí?

—Lo mismo que he querido siempre, querida. Ahora ya no tiene un marido que me impida tomar lo que deseo. Sé que se acostó con Kaulitz, pero no le guardaré rencor. Las vírgenes me aburren; de hecho, agradezco que su ex-marido la haya domado un poco. Es usted una mujer ardiente, ________, y yo pienso disfrutar de esa pasión.

________ se puso en pie de golpe.

—Me marcho. No pienso escuchar estos... disparates. Toda­vía… todavía estoy casada —mintió.

—Siéntese, _________ —dijo Rivas con tranquilidad—. Ne­cesita un préstamo, ¿verdad? Lo primero que tiene que hacer es admitir que su matrimonio ha acabado. ¿Ha firmado ya Kaulitz el divorcio?

—¿Cómo sabe que...?

—Tengo mis fuentes. Ahora es usted una mujer libre, o lo será dentro de un par de días.
—¿Qué es lo que quiere?



CHICAS... aqui les tengo un nuevo capi...
pero tambien tengo noticias no se si muy buenas para ustedes =/...
ya que como en mi país se celebra el Día de la Indepencendia el 18 de Septiembre.. y en mi trabajo me dieron unos días de vacaciones... me voy fuera de mi ciudad y donde voy no hay internet.. asi que mañana les subo capi.. pero los dias Lunes, Martes y Miercoles de la proxima semana.. no habra capi... espero me entiendan.. pero el jueves 20.. les prometo que sin falta van a tener capi....
asi que se van a tener que armar de paciencia... plisss entiendanme =)

Cuidence
Las Quiero

BYE =D



4 comentarios:

  1. Tom ya admiteloo de una vez.. Ve y busca a (tn) hazle caso a Georg. Maldito Rivas otra vez.. Tom tiene q regresar.. Tamitha se te extrañaraa me estaremos esperando ansiosas ni bien llegues subee.. Y ya q tres dias no publicaras mañana subee DOS capitulos ya?? Siii porfaaa ;-) bye

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  2. nena te esperaremos y sabes algo?? ya no peliare por ver si tom busca a TN o no ¬¬ que haga lo que quiera -.- hahhahaha que mamona me oi heheh sale cuidate y que estes bien y aqui en donde vivo el grito es hoy xD y mañana 16 independencia hehhe cuidate chauu

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  3. ash xq Tom no admite k se muere x TN es un idiota :( me encanto el cap esta muy genial sube otro kiero saber k pasara amo la fic
    cuidate mucho chau :)

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  4. noooo Toooommmm !!!! vuelve !!!!!! te necesito!!! digo tn te necesita !!! xD admite que la amas y no la dejes en las garras del idiota de rivas!!

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