martes, 12 de junio de 2012

CAPITULO 9
_______ estaba esperando a Tom en la cocina cuando éste bajó a desayunar a la mañana siguiente. El saludo de la joven no fue nada entusiasta, pero él hizo como que no se daba cuenta, imaginando que ella seguía irritada tras el encontronazo de la noche anterior.
—Manuel está ensillando los caballos —dijo ella—. Iremos al pueblo en cuanto desayunes. He hecho una lista de los suministros que necesitamos. El señor Schultz, el propietario del almacén, aún nos da crédito. ¿Has escrito ya la carta? —La escribí anoche después de abandonar tu habitación. —Le brindó una mirada insinuante—. Por alguna razón, no podía dormir. —Había pasado la mitad de la noche antes de que el deseo por ella le permitiera conciliar el sueño.
A _______ le dio un vuelco el corazón. Tom no era el único que no había podido dormir la noche anterior. El ardor que sus manos había provocado en su piel la había mantenido en vela. Se había pasado la noche dando vueltas en la cama mientras intentaba olvidar todo lo que encontraba atractivo y excitante en Tom, sin embargo había recordado hasta el último detalle. Cuando el sueño finalmente la reclamó, soñó que estaba entre sus brazos, experimentando todas esas sensaciones que le había prometido, aunque sólo podía imaginar la mayoría de ellas. _______ puso un plato con jamón y huevos ante él, agradeciendo que no pudiera leerle los pensamientos.
—Esperaré fuera. Sal cuando acabes.
—¿Tú ya has desayunado?
—He tomado algo con Manuel.
Él le lanzó una mirada especulativa.
—No pensarás ir al pueblo con esa ropa, ¿verdad? —A Tom le gustaba verla con aquellos pantalones ceñidos, pero no quería que otros hombres admiraran aquel curvilíneo trasero—. Ahora eres mi esposa y debes vestirte de manera adecuada.
—¿Perdón? —La voz de ______ temblaba de cólera—. Me ves¬tiré cómo me dé la gana, tú no eres quién para darme órdenes. Tom arqueó las cejas.
—¿Soy o no soy tu marido?
—Lo eres —admitió ella a regañadientes.
—Entonces te sugiero que me hagas caso. No quiero presenciar cómo otros hombres te comen con la mirada. Me perteneces y ningún otro tiene derecho a admirar lo que es mío.
______ casi soltó una carcajada. Si no supiera que no era posible, pensaría que Tom estaba celoso. Menuda tontería.
—¿A que nunca te has puesto faldas para montar a caballo?
—¿No tienes traje de montar?
—Es mucho más cómodo cabalgar con pantalones.
—¿Vas a cambiarte de ropa tú sola o prefieres que te ayude yo?
________ puso los brazos en jarras y le lanzó una mirada colérica.
—De acuerdo, que sea a tu manera.
Pasó con rapidez junto a él y subió las escaleras contoneando el trasero provocativamente, sin oír el gemido de frustración de Tom.
Cuando él terminó de desayunar, ________ había regresado ya a la cocina con una falda de montar y una impoluta blusa blanca.
—¿Mejor así, maridito? Tom contuvo una sonrisa.
—Mucho mejor, mi querida esposa. —Se levantó y le ofreció el brazo—. ¿Nos vamos? El viaje al pueblo fue corto y sin incidentes. Al cabo de treinta minutos recorrían una polvorienta calle de Rolling Prairie, donde había perros dormitando y niños jugando en los charcos de lodo.
—Nos encontraremos después para almorzar. ¿Existe aquí algún lugar donde comer algo decente? —preguntó Tom antes de que se separaran tomando distintas direcciones. —En el hotel Montana ofrecen buenas comidas.
—Entonces, nos veremos allí al mediodía. Tengo que arreglar otras cuestiones además de enviar la carta.
—Intenta no meterte en líos —le advirtió ________. —No prometo nada —respondió él con una amplia sonrisa—. Háblale al señor Schultz sobre tu nuevo marido. Los rumores se esparcen con rapidez si se le cuentan a la persona adecuada. Es probable que yo vaya a hacerle una visita a Rivas.
Lo primero que hizo Tom fue enviar la carta para sus herma¬nos. En ella le pedía a Bill que le enviara un aval bancario al apartado de correos de Rolling Prairie, Montana, lo antes posible. También les explicaba lo que le había sucedido hasta ese momento y donde se alojaba. No mencionó que se había casado.
Abandonó la oficina de correos y paseó por la calle, presen¬tándose a todos los comerciantes que encontraba. Cuando llegó al único saloon del pueblo, atravesó la puerta de vaivén y se acercó a la barra, donde pidió una cerveza. Aunque todavía era temprano, había varios hombres conversando alrededor de una mesa.
—¿Es usted nuevo en la ciudad, señor? —preguntó el hombre que atendía el local cuando le sirvió la cerveza.
—Podría decirse que sí. Me he casado con la propietaria del Circle F. El hombre se quedó boquiabierto.
—¿Se ha casado con la señorita _________? Corría el rumor de que iba a casarse con el señor Rivas.
—No se puede creer todo lo que se oye —dijo Tom—. El reverendo Tolly nos casó hace una semana. Ahora estoy buscando vaqueros competentes para el rancho. ¿Conoce a alguien que esté dispuesto a trabajar a cambio de un buen salario?
—Preguntaré por ahí —dijo el individuo tendiéndole la mano—. Me llamo Morris Kent, pero todo el mundo me conoce por Dude porque soy del Este. ¿De dónde es usted?
Pierce le estrechó la mano.
—Tom kaulitz. Soy de Wyoming. Otro hombre se acercó a la barra y se colocó a su lado.
—¿Es cierto lo que acabo de oír? ¿Se ha casado con la señorita _______? ¿Está usted a cargo del Circle F?
—Ha oído bien. Soy Tom Kaulitz, el marido de _______ Fuller.
—Me llamo Bud Prichard. Fui capataz en el Circle F antes de que muriera Robert Fuller.
—Entonces es usted uno de los hombres que dejó tirada a mi mujer cuando más ayuda necesitaba. —Había cierta acusación en su tono.
Prichard se movió con inquietud. —No puedo permitirme el lujo de trabajar sin cobrar, señor Kaulitz. Todos los vaqueros nos fuimos cuando el banquero, el señor Rivas, esparció el rumor de que el Circle F se encon¬traba en serias dificultades financieras y estaba al borde de la quiebra. Aunque me quedé todo el tiempo que pude, al final me vi forzado a buscar trabajo en otro sitio.
Tom estudió la cara de Prichard y le gustó lo que vio. El hombre le sostuvo la mirada con una inquebrantable honradez. No era joven, pero tampoco era demasiado viejo. Fuerte y enjuto, parecía tan sólido como una roca, alguien muy capaz de desempeñar el trabajo que afirmaba haber realizado.
—¿Dónde trabaja ahora?
—Desafortunadamente, mi nuevo trabajo no resultó bien. Estoy buscando empleo.
—Contratado —dijo Tom—. ¿Podría encontrar media docena de hombres de confianza dispuestos a trabajar en el Circle F? Ofrezco buenos salarios, pero habrá que ganárselos. Hay mucho ganado suelto por las colinas que deberá ser agrupado. Necesitamos reunir trescientas cabezas para cumplir el contrato con el ejército. Si está dispuesto a ello, podría ocupar el puesto de ca¬pataz.
—¿Sigue Manuel todavía en el Circle F? —quiso saber Prichard.
—Sí, ahí sigue
. —Es un buen hombre. Es ya un poco mayor, pero siempre ha sido un buen compañero. Veré lo que puedo hacer, señor Kaulitz. ¿Cuándo empezaríamos?
—En cuanto sea posible. Cuando haya reunido a varios hom¬bres, llévelos al rancho y yo decidiré si son los hombres adecuados para el trabajo.
—De acuerdo, señor Kaulitz.
Arreglado aquel asunto, se dirigió al hotel para encontrarse con ______. Aminoró el paso cuando se acercó al banco. Esbozó una sonrisa taimada mientras abría la puerta y entraba. Había varias personas atendiendo sus asuntos y él aguardó su turno ante el cajero.
—¿En qué puedo ayudarle, señor? —le preguntó el dependiente cuando llegó a la ventanilla. —Estaba pensando en depositar una buena suma de dólares y quería saber si mi dinero va a estar seguro aquí.
—Éste es el banco más seguro de Montana —se jactó el dependiente—. Todas nuestras cuentas son estrictamente confiden¬ciales y jamás hemos sufrido ningún robo. Si no quiere nada más, señor... —Kaulitz. Tom Kaulitz. Me he casado con _________ Fuller del Circle F.
El dependiente agrandó los ojos. Aquélla sí que era realmente una noticia. —¿Piensa hacerse cargo del Circle F?
—En efecto. Invertiré parte de mi dinero en el rancho de mi mujer, ha tenido una mala racha. —Eso he oído —dijo el dependiente, bajando la mirada. —Las cosas van a cambiar de ahora en adelante, ya he tomado medidas para contratar vaqueros competentes.
—Discúlpeme un momento, señor Kaulitz, tengo que ir a buscar los impresos que deberá rellenar para que su nombre aparezca en la cuenta del Circle F. El dependiente desapareció, y al cabo de unos minutos regresó con Mario Rivas. La cara de banquero estaba roja de furia.
—Entre en mi despacho, Kaulitz. Me gustaría hablar en privado con usted. —Por supuesto, pero no dispongo de mucho tiempo, mi mujer me está esperando en el hotel. Tom se dirigió al despacho de Rivas como si no tuviera una preocupación en el mundo. El banquero cerró la puerta de golpe, demostrando claramente la cólera que le poseía. —Me he enterado de que está buscando trabajadores para el Circle F. —Rivas miró a Tom con aversión—. Ya sabe que las letras de la hipoteca del rancho deberán ser pagadas al final de cada mes. ¿Qué es esa tontería de que quiere hacer un depósito en mi banco? Me parece un aprovechado, Kaulitz. Si se ha casado con _______ con intención de vivir de las rentas, vaya olvidándose de ello, no tiene dinero. El rancho pronto será mío y usted no podrá evitarlo de ninguna manera.
Tom contuvo su temperamento de forma admirable. —Quiero que deje de acosar a mi mujer. —________ debió casarse conmigo. Tanto ella como el Circle F de¬berían ser míos. Los quiero desde que puedo recordar, pero Robert Fuller no me consideró un buen marido para ________ a pesar de que no había hombre más adecuado que yo en todo el pueblo; claro, él quería que su princesita se casara por amor. —Le lanzó a Tom una mirada taimada—. ¿Ama usted a _______, Kaulitz? ¿O se ha casado con ella sólo por el interés? Tom prefirió no responder.
—Tendrá que vivir con esa duda, Rivas. Pero ya que estoy aquí, me gustaría echar una mirada a la hipoteca que dice poseer sobre el Circle F.
—Muy bien, ya que insiste. —Abrió un archivador y cogió un documento de una carpeta. Lo leyó antes de pasárselo a Tom. Éste vio una firma al pie, pero no tenía manera de saber si pertenecía o no a Robert Fuller.
—Debe creerme cuando le digo que este documento es auténtico —declaró Rivas cuando él le devolvió el papel—. Puede observar por usted mismo que todo está en regla y es legal. —¿Y si le pago la hipoteca antes de que la ejecute? Rivas contuvo la risa.
—No parece que tenga ahorrados ni dos centavos, así que pen¬sar que posee siete mil dólares es casi un chiste.
Tom soltó un silbido; siete mil dólares era mucho dinero, pero el rancho valía tres o cuatro veces más. Las tierras eran de primera categoría y poseía agua y praderas fértiles que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El padre de _______ había elegido el lugar donde asentar su rancho con visión de futuro y mucha inteligencia.
—_______ afirma que su padre no hipotecó las tierras y yo la creo. —Sólo es una mujer, qué va a saber. Su padre prefirió no decirle nada. Hace unos años, un invierno muy crudo acabó con casi todo su ganado. Luego hubo un incendio que afectó a todos los edificios menos a la casa principal. Al año siguiente se le secó el trigo. Se vio obligado a hipotecar las tierras para pagar las nuevas reses y arreglar los desperfectos.
Todos aquellos argumentos parecían razonables, pensó Tom. ¿Podría estar equivocada ______ respecto a la hipoteca? A él no le caía bien Rivas y no creía nada que saliera de su boca, pero todo lo que había dicho tenía sentido. Por otra parte, si el banquero decía la verdad, ¿por qué no le había hablado Robert Fuller a _______ sobre la hipoteca? Su esposa juraba que la hipoteca era falsa. Tenía que encontrar la manera de obtener esos documentos para que ella comprobara la firma.
Por supuesto él podía saldar la hipoteca, pero significaría des¬prenderse de parte de los activos de su familia, dinero que pertenecía a los tres hermanos. Y eso no podía hacerlo. —¿Qué? ¿Se ha convencido ya de que todo es legal? —preguntó Rivas —. No tiene sentido que contrate a hombres a los que no va a poder pagar. Además, los despediré en cuanto el rancho sea mío.
—Tendremos que esperar y ver qué pasa, ¿no es cierto, Rivas? Que tenga un buen día, ya he hecho esperar demasiado a mi mujer.
—¡Su mujer! —escupió Rivas—. ¿Cuánto tiempo se quedará con ella cuando ya no posea esas tierras?
Aquello casi había dado en el blanco. Tom se iría algún día, aunque no por esas razones. —Puedo leer en su cara que ya está pensando en marcharse. No creo que sea un buen marido para ella. Además, su matrimonio no me impedirá obtener lo que quiero. Los hombres como usted nunca sientan cabeza y seré yo quien recoja los pedazos después de que se vaya. De una manera u otra, _______ será mía. Me da igual que acabe siendo mi esposa o mi amante. Necesitará un hombre que la proteja cuando usted se haya ido.
Tom se tensó. No le había gustado cómo sonaba eso. Pensar en que ese individuo podría poner sus zarpas sobre _______ le hacía rechinar los dientes
. —No puedo impedirle soñar, Rivas, pero sí que haga daño a ________. —Su expresión era ahora dura y cruel, e hizo que el otro hombre retrocediera—. Tengo que marcharme, aún tengo que resolver otro asunto antes de reunirme con _______.
El banquero le observó salir de su despacho mientras pensaba que había más en aquel hombre de lo que parecía a simple vista.
CHICASSSS ESPERO QUE LES GUSTE EL CAPI... Y FALTA POQUITO PARA QUE SE VAYA PONIENDO HOT.. ^^ MUY POQUIIITO...... ESPERO QUE COMENTEN.... Y YA CREO QUE EL FIN DE SEMANA LES SUBO OTRO CAPI SI TENO TIEMPO.... Y ALE... POR FISSS SUBE CAPI EN TUS NOVES QUE YA ME ESTOY VOLVIENDO LOCAAA XD CUIDENCE CHICASSS LAS QUIERO.. BYE =)

domingo, 3 de junio de 2012

CAPITULO 8
Poco después, Tom salió al exterior y echó un vistazo a los alrededores. Cuando llegó herido era noche cerrada y pudo ver poco del rancho. Se llenó los pulmones con el limpio aire de la montaña por pri¬mera vez en tres semanas, observando y absorbiendo los sonidos e imágenes del Circle F. Lo primero que notó fue que la cerca ne¬cesitaba con urgencia una mano de pintura. Diez metros más allá había un establo con aspecto descuidado. A la izquierda, vio un robusto barracón de madera vacío. Inhaló por la nariz la esencia a caballos, heno, polvo y estiércol. Olores familiares que le hicieron añorar su propio rancho, y no pudo evitar preguntarse cómo les iría a sus hermanos sin él.
Durante un rato, Tom mantuvo la vista fija en las montañas hacia dónde habían partido _______ y Manuel a primera hora de la mañana, luego siguió un camino que conducía a la parte posterior de la casa. A unos metros de la puerta trasera había una tubería co¬nectada a una artesa que comunicaba con el pozo por medio de una bomba de agua.
La casa del rancho era de sólida construcción, pensó Tom, admirando la estructura de madera de dos plantas. Resultaba evidente que el padre de ______ había estado orgulloso de sus tierras, pues había construido en ellas robustos edificios. Observó la brillante corriente serpenteante del río y las exuberantes praderas, y supo que el Circle F poseía lo necesario para llegar a ser un rancho próspero. Desafortunadamente el padre de ______ había muerto antes de que el rancho alcanzara todo su potencial, y la joven se las veía y deseaba para mantenerlo en funcionamiento desde que Rivas había puesto sus ojos en él.
Tom recorrió con la mirada el corral y los establos, decidiendo dejar la inspección de esas zonas para otro día. Regresó al frente de la casa. El sonido de cascos de caballo le hizo levantar la vista al camino. Se hizo sombra sobre los ojos con una mano para protegerse del resplandor del sol poniente y vio que un jinete solitario subía la pendiente. Lleno de curiosidad, se apoyó contra una de las columnas del porche a esperarlo. Cuando el jinete atravesó el portón, Tom supo que el Circle F estaba siendo honrado con una visita de Mario Rivas. Maldijo por lo bajo, preguntándose qué querría ahora aquel bastardo. ¿Se habría enterado ya de que ________ se había casado con él?
Rivas detuvo el caballo delante de los escalones del porche y desmontó, observando a Tom con una mirada de franca hostilidad.
—¿Quién es usted? —preguntó con voz áspera.
—¿Quién es usted? —inquirió Tom, sabiendo de sobra que era el banquero.
Rivas se irguió en toda su estatura.
—Soy Mario Rivas. ¿Dónde está _______?
—¿Querrá usted decir la señora Kaulitz?
Rivas palideció.
—¿Qué... qué quiere decir?
—He imaginado que se refiere a mi mujer.
—¡Su... su mujer! —farfulló Rivas—. ¿Me está tomando el pelo? _______ no está casada.
Tom esbozó una fría sonrisa. —Ahora sí que lo está. Nos casamos hace una semana. Imagino que le habrá hablado de su prometido.
—En efecto, pero... mire, señor... —se interrumpió esperando que le dijera su nombre.
—Kaulitz, Tom kaulitz.
—Mire, señor Kaulitz, estoy seguro de que sabe quién soy.
—Usted es el bast... er... el banquero que está tratando de quedarse con las tierras de mi mujer.
Rivas cambió de posición con inquietud.
—Mi banco posee una hipoteca sobre estas tierras.
—Eso es lo que usted dice. A partir de ahora, y como marido de ______, me ocuparé de cualquier problema relacionado con el rancho. Tendrá que tratar conmigo, y si su intención era intimidar, yo no me asusto como ________.
Los transparentes ojos de Rivas se clavaron en Tom llenos de odio e incredulidad.
—Miente. No me creo que ________ y usted estén casados.
—No miento —dijo Tom con suavidad. Si Rivas hubiera conocido a Tom, se habría dado cuenta de que esa suavidad sólo era el preludio de un estallido de violencia—. Y tampoco lo hace ___________.
—Al parecer _______ me contó muchas cosas que hice mal en ignorar.
—Sí, debería haberla escuchado. ________ y yo estamos legalmente casados. El reverendo Tolly vino hace una semana por aquí y nos casó. Pregúntele a él si no me cree.
—Ya lo creo que hablaré con el reverendo. Por desgracia, ahora está de viaje. Dígale a _______ que he venido y que regresaré.
—Le diré a mi mujer que ha estado aquí, pero si yo fuera usted, me lo pensaría dos veces antes de venir otra vez.
—¿Me está amenazando, Kaulitz?
—Llámelo como quiera, Rivas. _________ dice que miente sobre la hipoteca, y yo le creo.
—Mire, Kaulitz —farfulló Rivas—. Soy un respetado hombre de negocios. Tal vez en el lugar de donde venga sea cos¬tumbre dirigirse de esa manera a los ciudadanos respetables, pero aquí no. Y ya que estamos —preguntó con curiosidad—, ¿de dónde procede usted?
—De Wyoming —mintió Tom—. ¿A cuánto asciende la hipoteca?
El banquero le dirigió a Tom una mirada de menosprecio, poco impresionado por la ropa gastada que él llevaba. —A mucho más de lo que usted puede permitirse. Tom le insinuó con un bufido que no tenía intención de pagar una hipoteca que podría ser falsa.
—Le sugiero que se vaya mientras pueda, Rivas. La expresión del banquero se volvió astuta.
—¿Sabe que su mujer y yo somos... muy amigos? No habrá pensado que una hembra caliente como ________ estaría esperando aquí a que usted viniera a reclamarla, ¿verdad? Tom se contuvo para no usar los puños.
—Le sugiero que no siga por ese camino, Rivas. Si dice una sola falsedad más en contra del carácter de mi mujer, dormirá en el infierno, ¿me ha entendido bien? —Sus tranquilas palabras apenas ocultaban su rudo temperamento.
Tom no necesitó alzar más la voz. Su engañoso tono, tranquilo pero amenazador, indicaba con claridad el alcance de su furia, y resultó tan patente que Rivas retrocedió un paso lentamente.
—De lo único que entiendo es de poder y dinero —escupió Rivas—, y es evidente que usted carece de ambas cosas. Me iré, pero si me entero de que me ha mentido sobre su boda con _______, sufrirá las consecuencias. Pedí la mano de _______ mucho antes de que su padre muriera, pero el viejo era muy testarudo y consideró que yo no era lo suficientemente bueno para su hija. —Esbozó una desagradable sonrisa—. Pero es muy peligroso frustrar los planes de Mario Rivas.
—¿Peligroso? —Tom entrecerró los ojos—. ¿De veras? Rivas sonrió de manera desagradable.
—Hágalo y se enterará —siseó antes de girarse hacia el caballo para prepararlo e irse. En ese momento llegaron ________ y Manuel, retrasando la partida del banquero. Conducían una manada de unas treinta cabezas de vacas, bueyes y novillos. Parecía que habían tenido un día fructífero.
Tras dejar el ganado al cuidado de Manuel, ______ se apeó y se acercó a paso vivo a Tom. De repente, él deseó haber seguido su consejo y haber descansado durante todo el día.
Había agotado sus fuerzas en su primer día levantado, había sobreestimado lo recuperado que se encontraba. La herida le dolía y sentía las piernas flojas, pero no estaba dispuesto a mostrar debilidad ante un bastardo confabulador como Rivas.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó ________, mirando primero a Tom y luego a Rivas.
—El banquero Rivas ha venido a verte, cariño —dijo Tom, rodeándola con un brazo y acercándola a él. Cuando él le dio un casto beso en la mejilla, ella le devolvió la muestra de cariño antes de mirar a Rivas.
—El señor Rivas no se cree que nos hayamos casado —le aclaró Tom.
_______ le brindó al banquero una dulce sonrisa.
—Ya le dije que estaba comprometida, pero no quiso creerme.
—Su padre no mencionó nada al respecto en las semanas previas a su muerte. Me reuní con él en varias ocasiones para intentar arreglar un enlace entre nosotros. Jamás me dijo que estuviera prometida.
—No era asunto suyo —aclaró _______—. ¿Para qué ha venido?
—Pensé que podríamos intercambiar opiniones... disposiciones, pero entiendo que ya no es posible hacer los arreglos que tenía en mente. Mi intención era que me acompañara el reverendo y nos casara, pero está de viaje.
—Pues no, no es posible realizar esos arreglos. Ya estoy casada.
—Eso es lo que usted dice. Me niego a creerlo hasta que hable con el reverendo Tolly. Tardará unos días en regresar. Aguardaré hasta entonces, pero si me ha mentido... —La amenaza flotó en el aire como la niebla del otoño.
—¿Quiere ver la licencia matrimonial? —le preguntó Tom—. No nos llevará ni un minuto ir a por ella. —No quiero ver la puñetera licencia —exclamó Rivas, que evidentemente no se esperaba ese giro de los acontecimientos—. Tendrán noticias mías. —Se subió a la montura envuelto en una furia impotente, clavó las espuelas en los flancos del caballo y se fue. —Menos mal —dijo Tom con la voz entrecortada. Comen¬zaba a ceder al cansancio.
—¿Te encuentras bien? —________ sentía los estremecimientos que le sacudían en el brazo con que la rodeaba.
—Lo suficientemente bien para decirle a ese bastardo cuatro cosas. Pero mucho me temo que no será la última vez que sepamos de él. Sin ninguna prueba que avale nuestras reclamaciones, deberíamos tener en cuenta la hipoteca que él reclama. Vayamos dentro, necesito sentarme.
—¡Te has excedido! —le riñó _________—. Te advertí que no forzaras las cosas. Necesitas más tiempo para recuperarte. —Le rodeó la cintura con un brazo para servirle de apoyo hasta llegar a la silla más cercana—. Avisaré a Manuel para que te ayude a subir a acostarte.
—No, estaré bien dentro de un minuto. —Tom no quería que le ayudaran. Jamás recobraría las fuerzas si _______ insistía en tratarle como a un inválido—. No pienso volver a la cama. A menos que... —añadió, lanzándole una mirada ardiente— mi querida es¬posa se una a mí.
______ se alejó de él como si le hubiera quemado con los ojos. —¿Es que sólo puedes pensar en eso?
—Me debes una noche de bodas. Has logrado evitarme hasta ahora, pero algún día me cobraré la deuda. —No habrá tal noche de bodas —dijo ________ con calma.
—¿De veras? —Tengo que subir a asearme antes de hacer la cena. —Se alejó de él. —_________... Ella se detuvo pero no se dio la vuelta para mirarle.
—¿Qué?
—Estoy muy familiarizado con las artimañas y maquinaciones femeninas. Y siempre me salgo con la mía. Mientras ella se alejaba, Tom cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo de la silla, recuperando las fuerzas lentamente. En un par de días estaría preparado para montar a caballo. Le irritaba andar dando vueltas durante todo el día por la casa como si fuera un maldito tullido. Le mataba no poder moverse de allí. Quizá se acercara al pueblo a la mañana siguiente para enviar una carta a sus hermanos. Debían de estar muy preocupados por él.
________ estaba demasiado desconcertada para que se le ocurriera una réplica adecuada antes de salir de la estancia. Tom era demasiado guapo y estaba demasiado seguro de sí mismo para su bien y el de ella. Si no hubiese sido testigo de ello, jamás habría sospechado que apenas tres semanas antes había estado al borde de la muerte. Parecía demasiado fuerte, demasiado viril, y eso significaba que cuando se encontrara en plenitud de facultades, se enfrentaría a serios problemas. Le sorprendía que Tom se sintiera atraído sexualmente por ella. ¿Por qué quería acostarse con una mujer en la que no confiaba? Para su propia tranquilidad de espí¬ritu prefería pensar que él se limitaba a atormentarla por haberle obligado a casarse. Estaba dispuesta a ocuparse de él con tal de que se hospedara en el Circle F durante el tiempo suficiente para frustrar los planes de Rivas.
Manuel se reunió con ellos para la cena. _______ parecía otra, con un vestido de algodón que le sentaba a la perfección.
—Estás muy guapa esta noche —la aduló Tom.
Tom pensó que a _______ le quedaría bien casi cualquier cosa, pero estaría todavía mejor sin nada encima. A falta de algo mejor en que emplear el tiempo, se había pasado largas horas imaginando que la desnudaba lentamente, que se sumergía en ella y la llevaba al cénit de la pasión. Si se concentraba lo suficiente, casi podía sentir que la llenaba de verdad. Su entrada sería estrecha y apretada por lo que debería tomarse su tiempo, excitándola primero poco a poco con besos apasionados y tiernas caricias. Su ingle se endu¬reció y contuvo un gemido. Maldita sea, si no se acostaba pronto con ella, acabaría explotando.
Como Tom continuó con los ojos clavados en _______, Manuel le preguntó: —¿Kaulitz, te encuentras bien? Apartó la mirada de ella. —Sí, estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? —La señorita ________ me contó que Rivas salió de aquí muy enfadado. ¿Volverá? A Tom le llevó un momento concentrarse y responder a la pregunta.
—Bueno, yo creo que sí. Dime, Manuel, ¿qué posibilidades existen de contratar mano de obra extra para el Circle F? —Hace tres semanas te diría que ninguna. —Le lanzó a la joven una mirada avergonzada—. Lo siento, señorita, pero es la pura verdad. —Volvió a mirar a Tom—. Cuando _______ se casó contigo, las posibilidades aumentaron considerablemente. Que haya un hombre a cargo del rancho hace que todo sea diferente.
—Puedo encargarme del rancho tan bien como cualquier hom¬bre —replicó ella—. Mi padre se aseguró de ello. —Estoy convencido de ello, señorita, pero las cosas no funcionan así, y usted lo sabe. A los vaqueros no les gusta recibir ór¬denes de una mujer. Por no mencionar que Rivas les tiene atemorizados.
—Hmm —murmuró Tom pensativamente—. He pensado que mañana sería un buen momento para ir al pueblo y echar un vistazo. También quiero enviar una carta a mis hermanos para ha¬cerles saber que estoy bien. —¿Crees que es prudente? —dudó _______. Él parecía encon¬trarse lo suficientemente fuerte para montar. De hecho, parecía lo bastante bien para... ¡Santo Dios! ¿En qué estaba pensando?
—¿Qué quieres decir? —preguntó Tom con engañosa tran¬quilidad—. ¿Acaso temes que pase de largo el pueblo una vez que me vea fuera del rancho? Nada ni nadie podrá retenerme aquí en¬jaulado ahora que puedo subirme a un caballo. ¿O quizá lo que te preocupa es mi salud, mi querida esposa? ________ se mordió el labio consternada. ¿Y si Tom se largaba ahora que podía?
—No te conozco lo suficiente como para saber si harás eso o no. Te he salvado la vida, pero supongo que eso no significa nada para ti. Él le dirigió una mirada de furia controlada.
—¿Sigo debiéndote algo después de haberme visto obligado a casarme contigo? —Esperaba... No importa, Manuel puede acompañarte al pueblo. O mejor aún, puede ir él solo y enviar tu carta.
—No te preocupes, mujercita, no me escaparé... —Le dirigió una mirada tan ardiente que hizo que se le desbocara el corazón—. Tú y yo tenemos un asunto pendiente antes de que me vaya. Manuel se quedará aquí contigo, no me gusta que te quedes sola en el rancho.
A _______ le costaba respirar. ¿Qué le pasaba? La promesa latente en las palabras de Tom hacía que sintiera calor y frío a la vez. Decir que tenían un «asunto pendiente» era una manera edu¬cada de decir que todavía esperaba disfrutar de la noche de bodas y que, antes de irse, tenía intención de hacerlo. ¿Cuánto tiempo podría mantenerlo apartado? Esperaba que el suficiente como para servir a sus propósitos; estaba convencida de que una vez que Tom la despojara de su virginidad, él se largaría sin mirar atrás.
—De acuerdo, ve al pueblo. Pero si no estás de vuelta a la hora de la cena, avisaré a los vigilantes. No llegarás demasiado lejos.
—Desconfiada hasta el final, ¿verdad? —dijo Tom sarcásticamente.
—No me puedo permitir el lujo de confiar en nadie.
—Te he dicho que regresaría y lo haré. Manuel puede... —Se volvió hacia el lugar que ocupaba Manuel para darse cuenta con sor¬presa de que el viejo vaquero había desaparecido mientras ellos discutían. Tom se levantó de repente.
—Creo que iré a dormir. Si me lo permites, montaré uno de los caballos de repuesto. A propósito, ¿puedes pagar el salario de algún vaquero? _______ pensó en sus cuentas vacías y frunció el ceño. No podía permitirse el lujo de pagar el sueldo de nadie, y mucho menos el de un vaquero. —El único dinero que hay en esta casa es el que había en el bolsillo de tu chaleco.
—¿Nada más?
—No dispondré de dinero hasta que venda el ganado al ejér¬cito. Por eso es necesario buscar las reses perdidas en las monta¬ñas. No puedo conseguir que el rancho sea productivo si no contrato a alguien, y no puedo contratar a nadie si no tengo dinero para pagar. —Lo solucionaremos —le prometió Tom con sombría de¬terminación.
No importaba que se hubiera visto obligado a casarse, no po¬dría marcharse sin haber ayudado a _______ a resolver algunos de sus problemas, pues si seguía con vida era gracias a ella. Tenía di¬nero en el banco; el rancho Kaulitz era muy próspero, y contaba con dos hermanos que lo sacarían adelante sin su ayuda. ______ no tenía a nadie salvo... a su marido.
Maldición, menudo lío. Tras haber sido acusado de seducir y golpear a Michelle, se había visto obligado a contraer matrimonio con ______ y era perseguido por una partida de vigilantes a los que les daba igual lo que hubiera hecho con tal de disfrutar la satisfacción de ahorcar a un Kaulitz . Y por si todo eso fuera poco, Michelle afirmaba que era el padre de su bastardo.
Tom subió las escaleras lentamente, cansado pero satisfecho por su recuperación hasta el momento. Mientras se preparaba para dormir, se preguntó qué haría _______ si irrumpía en su dormitorio para reclamar sus derechos maritales; pensar en ello le hizo sonreír. Lo más probable es que se pusiera a gritar como una virgen in¬dignada. Se preguntó cuánto tiempo le llevaría conseguir que lo aceptara... no, no sólo que lo aceptara, él quería que le invitara a su cama.
Los pensamientos de _______ eran muy distintos a los de Tom. No sabía si él regresaría después de ir al pueblo. Existían muchas probabilidades de que, sencillamente, huyera llevándose consigo uno de sus caballos. Aquello significaría que ella perdería sus tierras, lo único bueno sería que Rivas no podría obligarla a casarse con él.
________ terminó de fregar los platos y se dirigió lentamente hacia las escaleras con intención de acostarse. Estaba exhausta; reunir al ganado perdido en las colinas era un trabajo duro y resultaba casi imposible que lo lograran dos personas solas. Necesitaría de ocho a diez hombres para poder conseguir que el rancho saliera adelante, y si era una docena, mejor que mejor.
¿Por qué se engañaba de esa manera?, pensó ________, recriminán¬dose a sí misma. Si Tom conseguía contratar a un par de hombres se consideraría afortunada. Sería mucho más de lo que tenía ahora.
Los pasos de ________ se hicieron más lentos cuando se acercó a la habitación de Tom. ¿Estaría ya dormido?, se preguntó. Era el primer día que pasaba fuera de la cama y había sido bastante mo¬vido. Le pareció extraño que la imagen de Tom acostado en la cama le resultara tan excitante y se obligó a ignorarla mientras continuaba hasta su habitación. Se desvistió y aseó antes de ponerse un camisón blanco que la cubría de pies a cabeza. Entonces se sentó ante el tocador, se deshizo la trenza y se peinó. Sus pensamientos vagaron sin rumbo mientras clavaba una mirada soñadora en el espejo.
De repente se abrió la puerta y Tom entró en la estancia, arrancándola bruscamente de sus pensamientos. _______ se puso en pie con los ojos abiertos de par en par por la incertidumbre.
—¿Qué quieres? ¿No sabes llamar antes de entrar?
—He llamado, pero por lo visto no me has oído. Noté que salía luz por debajo de la puerta y supe que todavía no estabas dormida. Lo miró fijamente. Él sólo llevaba puestos los pantalones. Tenía el pecho desnudo y estaba descalzo.
—No deberías estar aquí.
Tom le dirigió una sonrisa burlona. —Soy tu marido, ¿quién tendría más derecho que yo a estar aquí?
—Eres mi marido sólo de nombre —contraatacó ________—. ¿Qué quieres? Él deslizó la mirada por su cuerpo.
—Pareces una monja envuelta en un sudario blanco.
—No es asunto tuyo lo que uso para dormir. Dime qué quieres y vete, estoy cansada. Él arqueó una de sus cejas oscuras.
—Te compraré en el pueblo algo más adecuado para una recién casada.
—No te molestes. ¿Cuál es el propósito de esta visita? No creo que sea burlarte de lo que uso para dormir.
—Tienes razón, cariño. No te importa que te llame así, ¿verdad? —preguntó. Como no recibió respuesta, continuó—: He cambiado de idea; no quiero ir solo al pueblo, creo que será mejor que me acompañes tú.
—¿Por qué motivo?
—Vernos juntos convencerá a Rivas y al resto de la gente del lugar de que ahora tienes un marido capaz de dirigir el rancho. ________ le lanzó una mirada suspicaz.
—¿A ti qué te importa eso? Tu único deseo es largarte de aquí cuanto antes.
—Cierto, pero me has salvado la vida a pesar del alto precio que me exigiste a cambio. Así que estoy dispuesto a ayudarte a solucionar tus problemas. He desarrollado una profunda antipatía por Mario Rivas. Por eso he decidido quedarme el tiempo que sea necesario para conseguir que deje de molestarte.
—¡Qué magnánimo eres! —dijo ________ con cinismo.
—No me entiendas mal, cariño. Los dos sabemos que este matrimonio es una farsa y cuando llegue el momento, me iré sin mirar atrás.
—Es más de lo que haría cualquier hombre —le concedió _______—. Te he utilizado y no me siento orgullosa de ello. —Le dio la espalda—. Buenas noches, Tom.
Él se acercó a ella. —No tan rápido. ¿Qué tal un beso de buenas noches a cambio de toda la angustia que me has hecho pasar? ¿Un besito por lo mucho que significa el rancho para ti?
—¡Mis tierras lo son todo para mí! Es lo único que me queda en el mundo —declaró ________ acaloradamente—. Haría cualquier cosa para impedir que Rivas pudiera reclamarlas.
—¿Cualquier cosa? —preguntó Tom con suavidad. Ella contuvo el aliento.
—Casi cualquier cosa.
Los ojos de Tom brillaron como esmeraldas cuando la sujetó por los hombros y la apretó contra su cuerpo. —Ya sabes lo que quiero.
________ sintió el calor masculino a través de la suave tela del camisón. El corazón le latió con tanta fuerza que casi le dolió. ¿Por qué tenía que ser tan condenadamente atractivo?, se preguntó con la pequeña parte de su cerebro que todavía funcionaba. Alzó las manos y se las puso sobre el torso. Su primera intención fue empujarle, pero cuando aplastó las palmas contra la suave y cálida piel, ya no pudo continuar pensando. Las palabras que él acababa de pronunciar y la abrasadora mirada que le dirigió le provocaron un ardiente cosquilleo en lo más profundo de su cuerpo.
Tom la apretó contra su pecho, dejándola sentir su piel, su forma, su longitud y su dureza, sin ocultar cuánto la deseaba. ________ notó la intimidante fuerza masculina y entreabrió los la¬bios sin pensar, en una muda protesta. No quería eso. La asustaba sucumbir al deseo de Tom. No sólo temía la intimidad, era algo mucho más intenso. Sabía de manera intuitiva que una vez que Tom desapareciera de su vida, ya no sería la misma mujer que había sido hasta entonces. No podía permitirse sentir nada por ese hombre.
—Suéltame, Tom
. La respuesta de su marido fue trazar un camino de besos por su cuello, y juguetear con el lóbulo de su oreja con los labios y la lengua, tentándola con lo que quería hacerle.
—¿Eres virgen? —le preguntó bruscamente, sobresaltándola.
—¿Qué te hace pensar que no lo soy?
Tom respiró hondo.
—Seré muy cuidadoso contigo —le prometió—. Jamás me he acostado con una virgen. Mi primera mujer no lo era.
Entonces, le cubrió la boca con la suya, con dureza y suavidad a la vez y, oh, mucha determinación. Con la parte más racional de su mente, ______ luchó contra el deseo de ceder a sus demandas. Aquél no era un matrimonio de verdad, nunca lo sería. Pero sus pensamientos se disolvieron cuando el beso se hizo más profundo y él le puso las manos sobre los pechos. Abrió los labios ante la presión de la lengua de Tom y le permitió saborear su dulce esencia.
Al darse cuenta de que estaba jugando con fuego, ______ interrumpió el beso y se apartó.
—¡No, no te permitiré que me hagas esto!
Intentando con todas sus fuerzas contener aquel deseo casi doloroso, Tom respiró hondo varias veces antes de hablar. Sus palabras fueron secas y cortantes como el filo de una navaja.
—Jamás he forzado a una mujer. Antes de que me vaya, me suplicarás que me acueste contigo. Buenas noches, querida. Deseo que disfrutes de la fría cama que te esta esperando.
CHICASSS SORRY POR LA DEMORA.. PERO EL TRABAJO ME TIENE DEMASIADO OCUPADA... PERO POR LO MISMO LES SUBI UN CAPI LARGOOOO... Y ESPERO QUE LES GUSTE =) TRATARE DE SUBIRLES CAPI.. CADA VEZ QUE TENGA TIEMPOOO.. CUIDENCE LAS QUIERO BYE =) Y GRACIAS POR SUS COMENTARIOS... =D