viernes, 11 de mayo de 2012

CAPITULO 5
tom no tuvo fuerzas para volver a la cama. Se quedó sentado debajo de la ventana, esperando a que los vigilantes entraran en la habitación de un momento a otro. Se preguntó si le colgarían allí mismo o esperarían hasta abandonar el rancho. Deseaba que lo hicieran fuera, odiaría que ______ presenciara algo tan horrible.
Oyó que se abría la puerta y se preparó para lo que vendría. _______ entró en la estancia y se sorprendió al ver a Tom en ropa interior debajo de la ventana. —¿Por qué no está en la cama? ¿Quiere que se le abra la herida, señor Kaulitz? Tom levantó la cabeza y clavó los ojos en _______ lleno de confusión.
—¿Dónde están los vigilantes?
—Se han marchado.
Tom no podía creer lo que oía.
—¿Por qué no me ha delatado?
Cuando las mujeres hacían algo inesperado, siempre era por algo. —Déjeme ayudarle —dijo _______, preguntándose a sí misma qué podía responder a esa pregunta. Tom le puso el brazo sobre los hombros y se apoyó en ella mientras recorría los pocos pasos que les separaban de la cama. Se sentó en el borde del colchón, sin fuerzas para moverse, así que fue ella quien se inclinó y le subió las piernas a la cama antes de cubrirlas con una sábana.
—¿Por qué lo ha hecho, señorita ______ Fuller?
_______ sabía que tenía que responderle, pero no podía explicarle su renuencia a entregarle a los vigilantes. —No soy quién tiene preguntas que responder, señor Kaulitz. Por ejemplo, ¿es usted realmente el hombre que buscan? Tom apretó los labios en una línea tensa. Mentir no serviría de nada.
—Lo soy. —¿Es cierto lo que dicen que ha hecho? ¿Pegó a una mujer? —No. —¿Niega haberla seducido? —Lo niego todo. Jamás he tocado a Michelle. ¡Y ella miente si afirma lo contrario! —¿Por qué ha huido?
—Ya ha hablado con los vigilantes. ¿Cree que comprobarían los hechos antes de colgarme de un árbol? Además, no pienso permitir que una mujer me obligue a casarme con ella.
______ sostuvo la turbulenta mirada de Tom sin rastro de temor. Se le aceleró el pulso y la atravesó una insidiosa sensación. ¿Qué le ocurría? No pudo negar la perturbadora emoción que le habían provocado aquellas palabras. Tom sonaba y parecía implacable desde el pelo oscuro y la rígida mandíbula, a la intensidad ardiente de aquellos ojos cafes, crueles e inquebrantables. Se preguntó quién sería la mujer que le había convertido en un hombre tan amargado.
Hubo un largo silencio, roto sólo por el suave gemido que surgió de los labios de Tom. Mientras tanto, en la mente de _______ sólo resonaba una pregunta: «¿Miente Tom Kaulitz?»
—Quiero decirle lo mucho que agradezco su ayuda —dijo Tom, sintiendo los efectos de haberse levantado de la cama—. Pero si no le importa, estoy muy cansado y preferiría seguir más tarde con la conversación.
—No dude que la continuaremos, señor Kaulitz, quiera usted o no. En Rolling Prairie también hay vigilantes y le aseguro que son tan crueles como los de Dry Gulch. No me costaría nada en¬viar a Manuel a buscarles. —Haga lo que considere oportuno —dijo Tom, demasiado cansado como para que le importara—. Pero será mejor que lo haga rápido, antes de que me encuentre lo suficientemente bien como para huir.
—Podría hacerlo, señor Kaulitz —dijo ________ con la voz áspera por la furia mientras salía de la habitación. «Maldita mujer», pensó Tom enfadado. No movería ni un dedo por ninguna, y odiaba tener que agradecerle algo a una de ellas. No podía decidir si había sido buena suerte, o no, que el destino le hubiera conducido a Circle F y a la señorita ______ Fuller. Su último pensamiento antes de sumirse, exhausto, en el sueño fue que sería muy afortunado si no se despertaba y se encontraba a los vigilantes sacándole de la cama para colgarle en el árbol más cercano.
—¿Qué ha dicho kaulitz sobre los cargos que le imputan? —preguntó Manuel cuando se reunió con _______ un poco más tarde—. ¿Es culpable? —Lo ha negado todo, por supuesto, salvo que es el hombre que buscan. Francamente, no sé qué pensar. Me resulta difícil creer que el hombre que duerme arriba sea el individuo cruel que ha descrito el señor Reed.
—Las apariencias engañan, señorita _______. —¿Por qué no dijiste nada si piensas que es culpable de lo que le imputan? Manuel escupió el tabaco que estaba mascando entre sus pies. —Jamás me han gustado los vigilantes. Se consideran la ley, pero no lo son. _______ se estremeció.
—No podría estar más de acuerdo. —No podía sacarse de la cabeza la manera en que la había mirado John Reed—. Por desgracia, tendremos que aguantarlos hasta que haya una ley justa en el territorio. —¿Qué va a hacer ahora con Kaulitz? —preguntó Manuel. —De momento nada. Está demasiado débil para suponer una amenaza. Tomaré una decisión llegado el momento. Pongámonos a trabajar, las tareas esperan.
—¿Se ha olvidado usted de Rivas, señorita ________? Regresará pronto en busca de una respuesta. Sé cuánto significa este rancho para usted. —Tengo que encontrar las escrituras, Manuel. Sé que mi padre no hipotecaría el rancho sin decírmelo. ¿Dónde pueden estar? He rebuscado por todos lados. Dos días después, Mario Rivas se presentó en la puerta de ______. —Está usted muy guapa hoy, ______. Le quedan bien los panta¬lones, pero cuando nos casemos se pondrá vestidos y actuará como una dama. Su padre fue demasiado permisivo e indulgente con usted. —Dígame qué quiere, señor Rivas, tengo que ocuparme del rancho. —No por mucho tiempo, querida —dijo él con una sonrisa falsa—. ¿No va a invitarme a pasar? —Estoy muy ocupada. —De hecho, yo también. —La empujó al interior de la casa—. Siempre me ha gustado esta casa. Su padre tenía muy buen gusto. ________ sintió que le invadía una furia impotente.
—¿Qué es lo que quiere, señor Rivas? —Primero, me gustaría que me llamara Mario. Dentro de poco estaremos casados. —No mientras me quede aliento en el cuerpo. —Un cuerpo muy hermoso —dijo el recién llegado, clavando la mirada en los redondos pechos de la joven—. Apenas puedo esperar para tenerla en mi cama. Vamos a disfrutar mucho el uno del otro.
tom oyó voces en el piso de abajo y frunció el ceño al identificar que había un hombre hablando con ______. Había oído antes esa voz. Intrigado, se levantó de la cama. Se detuvo en el umbral para descansar mientras escuchaba la conversación que flotaba en el aire. —¿Por qué sigue acosándome, señor Rivas? —escuchó que decía ella. —Se le olvida, querida, que es mi banco el que posee la hipoteca que pesa sobre sus tierras. Si no se convierte en mi esposa, me veré forzado a embargarlas. El rancho será mío nos casemos o no, pero si es mi mujer podrá continuar viviendo aquí, donde ha nacido y crecido. Conozco el afecto que siente por este lugar. Y ya sabe lo mucho que la deseo.
—Cuando regrese mi prometido, encontrará la manera de demostrar que es usted un mentiroso y un tramposo. —Siga soñando, querida. Le juro que no se casará con nadie más que conmigo. Y ahora, ya que lo haremos dentro de poco, me gustaría catar sus encantos. Antes de que se percatara de sus intenciones, _______ se encontró apretada contra el pecho del banquero. Era más fuerte de lo que parecía y sus inútiles intentos para zafarse sólo sirvieron para enardecerle más.
—¡Suélteme! —Todavía no —dijo Rivas, aplastando los labios contra los de ella. Desde su ventajosa posición, Tom escuchó con frustración la violenta lucha que tuvo lugar a continuación entre _______ y Rivas. Se sentía indefenso como un gatito. Si por lo menos tu¬viese su arma... Se estaba preguntando si perdería el conocimiento al bajar las escaleras, cuando _______ hizo innecesaria su intervención. La joven levantó la rodilla y la clavó en la ingle del hombre con la fuerza suficiente para que cayera al suelo. Él gritó y se dobló sobre sí mismo con un gemido de agonía. —Me las pagará —dijo con la voz entrecortada—. En cuanto estemos casados, lamentará haberme atacado. Tenía intención de tratarla bien, pero por lo que veo necesita ser domesticada.
Tom emitió una risa ahogada. Se cuidaría mucho de no albo¬rotar las plumas de la señorita _______ Fuller. Esperó hasta que es¬tuvo seguro de que Rivas no tomaba represalias para regresar a la cama. No era necesario preocuparse. Manuel apareció en la casa unos momentos después y parecía lo suficientemente disgustado como para apretar el gatillo del rifle que llevaba en las manos. De hecho, Tom esperaba que lo hiciera.
—¿Le está molestando esta mofeta, señorita _______? —El señor Rivas ya se iba, Manuel. Trae su caballo. Rivas se había incorporado ya aunque todavía se agarraba la ingle protectoramente. —Este hombre se largará de aquí en cuanto nos casemos —escupió, lanzándole al anciano una mirada venenosa—. Volveré con la ley en la mano. Sé lo mucho que quiere a estas tierras, así que traeré también un predicador por si acaso ha cambiado de idea y quiere casarse conmigo. —No se moleste —dijo ______ con valentía—. Me casaré con mi prometido en cuanto regrese, que será cualquier día de éstos. Rivas se rió.
—Por cierto, hágame el favor de deshacerse de los pantalones y elegir algo femenino para nuestra boda. Tom se apoyó en la puerta y observó la partida de Rivas, intrigado sobre quién sería el prometido del que habían hablado. No le gustaba nada Mario Rivas. Le calculaba unos treinta y cinco años. Era un hombre que podía resultar atractivo, pero la mirada que dominaba su rostro, alargado como el de un hurón, era huidiza y no ofrecía confianza. Sus ojos eran tan claros, que más que azules resultaban incoloros. Aunque era de estatura y constitución medianas, Tom sospechaba que era más fuerte de lo que parecía. Pero se dijo que eso no era asunto suyo. Él tenía sus propios problemas. Había sido acusado de algo que no había hecho y no podía volver a su casa hasta que sus hermanos aclarasen las cosas.
Tom no podía culpar a _______ por proteger su rancho; él hu¬biera actuado de la misma manera. Su casa y su familia lo significaban todo para él. La única diferencia era que los hermanos Kaulitz poseían un rancho próspero y no tenían necesidad de hipotecar sus tierras. No tenía demasiadas ganas de regresar al lecho ahora que había salido de él. A pesar de que seguía teniendo breves episodios de fiebre, cada día estaba un poco más fuerte, y no faltaba demasiado para que estuviera recuperado por completo. En un par de semanas podría abandonar la cama de manera permanente. Tenía que ponerse en contacto con sus hermanos de alguna manera y enterarse de si Michelle seguía sosteniendo la misma historia, incluso debía saber si los vigilantes seguían persiguiéndole. —¿Qué hace ahí? —preguntó _______, colocando la bandeja de comida en la mesilla de noche y acercándose a Tom para ayudarle a regresar a la cama.
Tom odiaba admitirlo, pero todavía estaba demasiado débil para permanecer levantado más tiempo. Sin importar lo mucho que detestara estar enfermo, hacía menos de una semana que había estado a las puertas de la muerte. —¿Qué le hace pensar que esa comadreja de Rivas está mintiendo sobre la hipoteca? —preguntó Tom mientras ________ le colocaba la bandeja en el regazo—. Quizá sea cierto que su padre hipotecó el rancho. —¿Ha estado escuchando a escondidas?
—Hubiera sido imposible que no lo hiciera. —Clavó los ojos en ella. Pensó en lo hermosa que estaba con la cara encendida y los vi¬vidos ojos azules brillando de furia. —Si Rivas miente, debería tener usted la escritura de las tierras. ¿La tiene? _______ negó con la cabeza. —He puesto la casa patas arriba buscándola, pero no he podido encontrarla. Pero sé que mi padre no hubiera hipotecado el rancho sin decírmelo.
—¿No tiene ninguna idea de qué podría haber ocurrido? —Ninguna, pero... poco después de la muerte de mi padre, alguien entró en la casa. No echamos nada en falta, así que no le di importancia. Era una época amarga. Los vaqueros comenzaron a irse y el ganado desaparecía. Poco después, Mario Rivas comenzó a acosarme y a decirme que debía pagar la hipoteca, insistiendo en que se había vencido el plazo. —¿Y qué pasa con su prometido? ¿Por qué no la ayuda? _________ le dirigió una mirada sorprendida. —Eso no es asunto suyo.
—Tiene razón. Dentro de unos días seguiré mi camino. —Pero Tom seguía intrigado. —¿Adónde irá? No parece el tipo de hombre al que le guste huir. Ese tipo, John Reed, mencionó algo sobre sus hermanos. ¿Y sus padres? —Han muerto —dijo él con la voz tensa—. Sólo quedamos Bill, Georg y yo. Soy el mayor. Nuestro rancho está situado al oeste de la localidad de Dry Gulch. Eso es todo lo que necesita saber, señorita _______ Fuller. —Y mucho más de lo que deseo saber, señor Kaulitz.
«Hombre imposible», pensó _______ con mal humor. No era más que un desagradecido. Debería haberle dejado morir. Esa noche, ________ picoteó la cena mientras buscaba sin cesar una solución a sus problemas. Llevaba semanas toreando a Rivas con un prometido inexistente. ¿Qué iba a hacer cuando aquel hombre ficticio no apareciera? Casarse con Mario Rivas estaba fuera de toda cuestión. El banquero le daba asco. Sólo pensar en que la besara, la tocara y le hiciera lo que solían hacer los matrimonios hacía que le entraran ganas de vomitar. Pero, ¿acaso tenía otra elección?
Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa —sin importar lo que fuera— para no perder las tierras que su padre había trabajado durante más años de los que quería recordar, afanándose de ma¬nera incansable para hacerlas prosperar. Pero casarse con Rivas no era una de esas cosas. Se le revolvió el estómago al pensarlo y dejó el tenedor en el plato antes de apartarlo. Tenía que hacer algo, pero ¿qué? ¿Por qué no podía tener un prometido dispuesto a ayudarla a pelear contra Rivas? ¿Por qué...? _________ se quedó paralizada mientras en su mente se formaba una idea que lo solucionaría todo. Era algo tan simple que parecía imposible que no se le hubiera ocurrido antes.

2 comentarios:

  1. Te has equivocado.. Este capitulo ya lo subes.. Ayer .. Que es la continuacion dek capitulo 4 .. Subee la 5 quedo interesante!! XD

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  2. holaaa!!! te tengo un premio en mi blog http://tentaciontomkaulitz.blogspot.mx/2012/05/premio.html

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