viernes, 5 de octubre de 2012

"CAPITULO 44"


A ____________ le llevó cerca de media hora contar toda la historia. Lo cierto es que aunque el relato sonaba tan increíble que temió que Kinder no la creyera, éste no la interrumpió ni una sola vez y prestó atención a todo lo que dijo. Cuando le contó que el ban­quero había confesado el asesinato de su padre, Kinder agudizó la atención.

—Ha hecho un montón de acusaciones muy serias contra ese tal Rivas. ¿Está segura de que no exagera? —dijo Kinder cuando ella terminó de hablar.

_________ se puso en pie bruscamente.

—¡Estoy diciendo la verdad! Se confesó responsable de matar a mi padre y ahora está dispuesto a matar a Tom. Si no me ayuda a detenerle, yo misma lo intentaré.

La joven dio un paso adelante, pero se tambaleó. El marshal la sostuvo y la ayudó a sentarse en la silla.

—Lo siento. Todavía no me he recuperado por completo de los efectos del láudano que me suministraba ese bellaco. Y... estoy embarazada.

—¡Por todos los demonios! —exclamó el ayudante, mirando a _________ con pesar.

Kinder también la miró fijamente, como si estuviera tratando de tomar una decisión.

—Debe de estar muy desesperada para cabalgar hasta aquí en mitad de la noche y en su estado —dijo finalmente—. Muy bien, en cuanto rompa el alba reuniré a una patrulla para ocuparme del asunto. Espero que podamos interceptar a su marido antes de que caiga en la emboscada. Si lo que me cuenta de Mario Rivas es cierto, se ha saltado un buen montón de leyes. Tendré que in­vestigarlo a fondo.

—Voy con usted —dijo _________, ignorando el cansancio que la envolvía.

—No, no va a venir conmigo. Usted se irá al hotel. Ya ha tenido suficiente acción para toda la vida. Las mujeres en su estado no deberían montar a caballo ni andar poniéndose en peligro. Estoy seguro de que su marido me lo agradecerá. Kaulitz es su marido y el padre de su hijo, ¿verdad?

_________ había contado una historia tan enrevesada que Kinder tenía dificultades para estar al tanto de todos los detalles.

—Sí, en efecto, marshal. Y quiero que siga con vida para ayu­darme a criar a este niño.

—Haré lo que pueda, señora. Nos dirigiremos a Rolling Prairie y desde allí tomaremos el camino que conduce a Butte. Si tenemos suerte, encontraremos a su esposo a tiempo. Espero que se dé cuenta de que podemos llegar tarde; pero no se preocupe, en ese caso, Rivas no logrará evitar sus responsabilidades. Vamos, la acompañaré al hotel.

_________ le siguió a regañadientes. Cada minuto que pasaba crecía el peligro que acechaba a Tom.


Tom maldijo para sus adentros. Su suerte iba de mal en peor, su caballo había perdido una herradura cuando sólo le faltaban dos días para llegar a Rolling Prairie. Ahora tendría que caminar hasta el pueblo más cercano, que estaba algo alejado de la ruta de la di­ligencia, y perder un tiempo precioso herrando a Medianoche. Pero por mucho que le enfureciera el retraso y por muy preocupado que estuviera por __________, no podía hacer nada al respecto.

Tras desperdiciar varias horas, reanudó la marcha y no se apeó del caballo hasta que fue evidente que Medianoche necesitaba des­cansar. Entonces, se tumbó en el suelo y durmió unas pocas horas, reanudando la marcha al amanecer.

La preocupación por _________ inundaba su mente y su corazón. Sabía que era valiente e ingeniosa, pero jamás podría igualar a Rivas en fuerza o astucia. Se prometió a sí mismo que conseguiría que el banquero pagara con creces, incluso aunque no hubiera tocado un pelo de la preciosa cabeza de su esposa.

El camino serpenteaba a través de las colinas por una zona ar­bolada y con densa maleza. Cuando llegó a un lugar particular­mente oscuro, donde la luz del sol apenas traspasaba las copas de los árboles, notó una picazón en la nuca. Miró por encima del hombro y no vio nada. Sin embargo, un instante después escuchó un disparo. Le pasó tan cerca que incluso percibió cómo el aire se movió junto a su cabeza. Se inclinó sobre el cuello de Medianoche y se abrazó al animal mientras dos balas más silbaban por encima de él.

De repente surgieron dos hombres a ambos lados del camino. Tom tiró bruscamente de las riendas cuando el animal se levantó sobre las patas traseras, intentando que Medianoche se diera la vuelta, pero su maniobra se vio frustrada porque aparecieron otros dos jinetes a su espalda. Sin opción de poder escapar a través del bosque, en pocos segundos estaba rodeado por cuatro hombres de feroz mirada.

—¿Qué quieren? —preguntó, haciendo que Medianoche girara en medio de los extraños.

—Estábamos esperándole desde hace un buen rato —dijo un hombre que tenía una cicatriz en la mejilla.

Tom sabía que ese tramo del camino había sido el escenario de muchas emboscadas a manos de los salteadores de caminos; principal razón de ser de las partidas de vigilantes en Montana.

—No llevo mucho dinero encima, pero el que llevo es suyo. Tengo prisa, no puedo entretenerme.

Metió la mano en el bolsillo del chaleco para sacar la cartera.

—No suelte las riendas —le advirtió Cicatriz—, ya cogeremos el dinero, pero no es eso lo único que queremos.

A Tom no le gustó nada la sonrisa que esbozó el hombre.

—Bájese del caballo.

Tom se apeó, preguntándose cómo demonios iba a salir in­demne de aquello. Aunque le habría gustado abrirse paso a tiros, el sentido común le advertía que conseguiría un mejor desenlace siendo cauteloso. Se mantuvo al lado del caballo, con todos los músculos en tensión, a la espera de la siguiente maniobra de Ci­catriz.

—Diríjase hacia el bosque —ordenó Cicatriz. El hombre mar­cado y sus acompañantes se apearon y se acercaron a Tom.

«¡Dios mío, van a matarme! —dedujo inmediatamente—. No son salteadores de caminos, estaban buscándome por alguna razón.»

—¿Quién les ha enviado? —inquirió Tom—. ¿Trabajan para Rivas?

—Desabróchese la pistolera —ordeno Cicatriz—. Los muertos no hacen preguntas.

Tom tomó una decisión al instante. No pensaba quedarse quieto mientras esos bastardos le utilizaban como blanco. Sin im­portar cuál fuera el desenlace, no se rendiría sin luchar.

Se movió con tanta rapidez que nadie vio la maniobra de su mano cuando sacó el arma y abrió fuego. Cicatriz emitió un jadeo entrecortado y cayó al suelo. La bala de Tom le había acertado justo entre los ojos. Era lo último que aquellos hombres esperaban, pero él no se quedó para ver su reacción; sabía que su estra­tegia había tenido éxito y aquella breve distracción le había dado un poco de ventaja. Sin mirar atrás, corrió con rapidez hacia el bosque y siguió haciéndolo cuando alcanzó los árboles. Unos segundos después escuchó que los salteadores le perseguían a través de la maleza, gritando entre maldiciones para que se detuviera.

Tom zigzagueó entre los árboles y saltó sobre troncos caídos mientras se preguntaba quién querría verle muerto. Mario Rivas encabezaba la lista.

Los malhechores estaban acercándose y sus disparos sonaban muy próximos. Oyó que uno de los hombres gritaba que se dis­persaran, y sintió un profundo miedo. Si moría en aquel bosque y su cuerpo quedaba allí, sus hermanos jamás sabrían lo que le había sucedido. Ni siquiera quería imaginar lo que su muerte significaría para _______. A tenor de aquellos aciagos pensamientos, tomó otra decisión impulsiva.

Se giró en redondo y se dirigió hacia el camino, con idea de lle­gar hasta el caballo. Se camufló tras los árboles y, cuando uno de los hombres se paró frente a él, se tiró al suelo buscando la protección de un tronco caído. El tipo pasó de largo sin mirar en su dirección. Tom se tomó un minuto para tranquilizarse, luego vol­vió a correr hacia su objetivo. Apenas faltaban unos pocos metros cuando uno de los malhechores le vio y advirtió a los demás.

—¡Ahí está! Se dirige a los caballos. ¡No dejéis que escape!

Tom corrió a toda velocidad hacia el desigual camino de tierra mientras los hombres le pisaban los talones. Siguió acercándose al caballo, a pesar de saber que no lo alcanzaría. Escuchó un dis­paro; esperó sentir el dolor del balazo, pero no llegó y siguió co­rriendo.

Oyó a los otros hombres antes de verlos. Seis jinetes cabalga­ban hacia él. ¿Más hombres de Rivas?, se preguntó. Lanzó de nuevo una mirada por encima del hombro y le sorprendió com­probar que sus perseguidores se habían detenido y observaban con estupor a uno de sus compañeros, que había caído. De re­pente, cambiaron de dirección, huyendo, y Tom respiró aliviado.


CHICAS aqui esta el capi.. ahora me voy porque tengo reunion con mis jefes... ¬¬ y paso rapidito por aqui... espero les guste el capi..

BYE =D

3 comentarios:

  1. Dios mio!! Q emocionante la Fic XDD
    la Amoooo me encanta muchooo..
    Llegaron a tiempoo . Siguelaaa
    bye XD

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  2. ssiiii si llegaron en su ayuda!!! que emocion!! sube pronto sube pronto si?? si?? que bueno q llegaron! tn se pondra muy contenta

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  3. BUENISIMA!! ay ya sentia la calaca encima de tom xD hahahha sale cuidate y que estes bien chau

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